No suelo colgar en el blog testimonios de mujeres a las que hemos acompañado en el parto. Me parece una mezcla de autobombo y exhibicionismo por nuestra parte. Pero el de Silvina es un caso especial. Un precioso parto de nalgas. La intención de ella al ofrecernos su experiencia y la mía al publicarla es abrir esa posibilidad a mujeres que se encuentren en la misma situación.
El relato es una gozada. Disfrutadlo!
EL PARTO MÁS LINDO DEL MUNDO, DE NALGAS
Iba a tener a mi segunda hija y estaba decidida a que el parto fuera natural, sin intervenciones ni anestesias, quería que el parto fuera completamente mio. Tenía mucha confianza en mi capacidad de parir y en la capacidad de Regina y el equipo de Nacentia para acompañarme en ese momento tan especial. Sin embargo, no iba a ser tan sencillo: Gaia estaba de nalgas. Con el apoyo de Regina y de Begoña intenté una rutina de ejercicios para ayudarla a darse la vuelta. Pero tras una exploración hacia la semana 37 pudimos comprobar no sólo que seguía de nalgas, sino que ya se había encajado en esa posición. Dado que las condiciones eran buenas Regina me propuso que podíamos intentar un parto vaginal si yo quería. Me dijo que un parto de nalgas sin complicaciones era “bellísimo” y que todo podía salir bien. Por supuesto, siempre estaba la opción de una cesárea ante cualquier complicación. La verdad es que me sentí muy feliz de no tener que renunciar a mi deseo de un parto natural y no me costó mucho decidir que quería intentarlo. Además tenía el apoyo incondicional de Marcelo y ambos estábamos de acuerdo en este sentido. Sí es verdad que tuvimos que sobreponernos a los miedos que nos transmitían algunas personas de nuestro entorno, para quienes lo más seguro era una cesárea, que es “lo que se hace habitualmente en estos casos”.
Así es como con mucha ansiedad llegó el gran día. Era un lunes y el día anterior había cumplido las 40 semanas. Me desperté de la siesta con la sensación de que la bolsa se había roto. Al ponerme de pie comprobé que efectivamente comenzaba a perder líquido. Fui rápido al baño y me tranquilicé al ver que el líquido no estaba teñido de meconio (lo que me había sucedido en el parto de Sofi, mi hija mayor). Entonces llamé al móvil y me dijeron que era mejor que me acercara por allí para ver cómo estaba todo. Ya en la clínica me estaba esperando Alejandra, quien me acompañaría en mi parto por su experiencia en estos casos. Vimos por monitor que Gaia estaba muy bien pero yo no tenía contracciones, así que Alejandra me propuso que me quedara ingresada para pasar la noche allí y estar cerca “por cualquier cosa”. Cené muy liviano (ya no tenía mucho hambre porque empezaban a molestar las primeras contracciones), miramos un rato de tele y tratamos de dormir. Mientras Marce dormía plácidamente en el sofá yo dormitaba de manera entrecortada. Notaba cómo esa molestia leve que sentía a intervalos irregulares se iba acentuando y se hacía cada vez más frecuente. Sólo lograba dormir durante 25-20-15 minutos entre una y otra contracción, pero hacia las 6 de la mañana el dolor empezó a ser más molesto y ya no pude dormir. Hacia las 7 de la mañana vi que el tiempo entre contracciones no llegaba a los 10 minutos, así que llamé a Maribel que me vino a buscar para acompañarme a la habitación de Nacentia. Los escasos 100 metros que tuve que caminar se hicieron muy largos y mi marcha muy lenta, porque cada pocos minutos tenía que apoyarme en la pared para aguantar la contracción.
Una vez en la habitación Maribel me exploró para ver cuánto había dilatado y con un tono suave me dijo que, según le parecía, el cuello aún no se había borrado. Entonces me desesperé: ¿Cómo era posible que no hubiera dilatado nada? Después de una noche de dolor y con contracciones regulares, frecuentes y dolorosas!!!!!! ¿Qué me esperaba entonces hasta alcanzar los 10 cm? Pero Maribel siguió explorando más y comprobó para mi alivio que en realidad la presentación era bastante posterior -por eso no se dejaba sentir con facilidad- y ya había dilatado 6 cm!!!!! El desconcierto se convirtió en alegría, porque los 10 ya no quedaban muy lejos: de nuevo me sentí capaz de hacerlo.
La última fase de dilatación la pasé con la compañía de Alejandra y Maribel alternando posiciones para aliviar el dolor: sentada en la pelota de goma, recostada en la bañera con agua tibia, otra vez la pelota… el dolor se fue haciendo cada vez más intenso y difícil de soportar. Los dolores entre una contracción y otra eran tan fuertes que comencé a desesperar otra vez y a pensar que no podría lograrlo. Marcelo fue mi gran sostén físico y psicológico: a él me abrazaba cuando venía la contracción, con amor y ternura me sostenía cuando flaqueaban mis fuerzas, y en los 2 o 3 minutos de descanso entre una contracción y otra me alentaba diciendo que faltaba menos y que lo iba a conseguir. Cuando estaba a punto de tirar la toalla y pedir la epidural apareció Regina para animarme diciendo que lo estaba haciendo súper bien, otra vez fuerzas para continuar. Con la nueva exploración: ya estaba en 10 cm!!!! Enseguida sentí ganas muy fuertes de pujar… había iniciado la última fase del parto.
Sentir que Gaia estaba cerca me llenó de fuerzas y energía. El dolor continuaba siendo muy intenso, pero fui probando distintas posiciones en la cama y era sorprendente cómo variaba la sensación de dolor con cada una: estar acostada boca arriba era una tortura porque multiplicaba el dolor. La sensación mejoraba si me ponía de lado, pero no encontraba posición cómoda para mis piernas. Probé entonces ponerme a cuatro patas y fue un gran alivio, porque la tripa ya no hacía presión sobre mi cuerpo y me sentía con más fuerzas para pujar. Fueron unos 45 minutos de estar de cuatro, con contracciones regulares y sintiendo cómo Gaia iba saliendo muy lentamente, centímetro a centímetro, con cada contracción. Primero el culete asomado, después el culete fuera, luego comenzó a salir el torso más las piernas flexionadas (qué dolor! cómo ardía! La presión era tan grande que parecía que iba a desgarrarme por completo…) Yo estaba cansada y dolorida, pero al mismo tiempo tranquila: el monitoreo frecuente indicaba que Gaia estaba muy bien, todo marchaba como en un libro de teoría, y Alejandra y Regina estaban cerca para darme ánimos y decirme que todo iba perfecto. Finalmente, aprovechando una contracción y a base de mucha fuerza (y muchos gritos!), terminó de salir el torso y las piernas… qué alivio… desaparecía la sensación de ardor… ya sólo quedaba la cabeza… Entonces me ayudaron a darme vuelta e incorporarme boca arriba, era cuestión de un par de contracciones y Gaia estaría por fin en mis brazos. Un último esfuerzo, pujar con fuerza, ya sale… por fin!!!!! De repente el éxtasis: Gaia estaba sobre mi pecho, sin llorar, con los ojos muy abiertos y mirándome fijamente… era hermosa, su cara rosada y perfecta (claro, el culete había abierto el camino y tenía los moratones correspondientes). Fue amor a primera vista. Rápidamente olfateó mi pecho, se acercó al pezón, se prendió con gran maestría y empezó a succionar con tal fuerza que me sorprendió su instintiva sabiduría…
No pude parar de llorar de felicidad, de emoción y también de orgullo: lo habíamos logrado!!!!!!!!!! Todo había salido perfecto (no tenía ni el más mínimo desgarro!), Gaia estaba sobre mi pecho y sentía su piel muy suave sobre la mía… era la mujer más feliz del mundo!!! Gracias Marcelo por tu amor incondicional y por darme fuerza y seguridad. Y gracias Regina, Alejandra, Begoña, Maribel y Raquel por acompañarme para hacer posible una de las experiencias más hermosas de mi vida!!!
Quiero compartir esta experiencia con mujeres que puedan estar en la misma situación, porque merece la pena asumir el “riesgo” de confiar en nuestra sabiduría instintiva y en nuestra capacidad de parir. Se trata simplemente de escuchar nuestro ser más profundo, nuestra esencia de mujer y madres…
Silvina