Los cambios en la elasticidad a todos los niveles del cuerpo son unas de las transformaciones más llamativas que ocurren durante el embarazo. También es una de las más importantes de cara al parto.
Hay varias enzimas, hormonas y mediadores implicados en este proceso, pero la más importante es la Relaxina. Como su nombre hace suponer, esta hormona aumenta la capacidad de distensión de los tejidos. Desde la semana 12 del embarazo comienza a elevarse, y lo hace progresivamente. Sus efectos pueden percibirse a niveles muy distintos. Por ejemplo, las mujeres que hacen habitualmente yoga descubren que según progresa el embarazo son capaces de conseguir posturas que antes le eran imposibles, podemos sentarnos o cruzar las piernas de forma que antes no podíamos hacer. Incluso se ha comprobado que, según avanzan los meses, la capacidad de abrir la boca es cada vez mayor (claro está,cuestión de milímetros). A parte de estas cuestiones anecdóticas, la relaxina va a actuar sobre la piel y los músculos del abdomen, permitiendo la gran distensión que van a alcanzar en relativamente poco tiempo. También permite el enorme aumento de volumen del útero y la elongación de todos los ligamentos que le unen a las paredes de la pelvis (que van a pasar de medir unos 5 cm antes del embarazo a más de 30 al final)
En los días previos al desencadenamiento del parto la producción relaxina va a experimentar un pico muy grande. Esto va a tener muchos efectos, sobre todo en la pelvis y en el cuello del útero
En la pelvis va a aumentar la movilidad de las articulaciones, lo que va a permitir un sensible aumento de sus dimensiones. De esta manera, pelvis que al principio parecían demasiado pequeñas para permitir el paso de la cabeza, por el efecto de esta hormona terminan agrandando sus diámetros y permitiendo la salida del bebé.
También hay un importante efecto sobre el cuello del útero, que en origen es un cilindro rígido de músculo de unos 4 cm de longitud, que va a permitir que se borre completamente y se dilate sin demasiada dificultad.
Estos impresionantes mecanismos de adaptación mediados por la relaxina hay que tenerlos muy en cuenta. Hablamos muchas veces de cómo la inducción del parto aumenta mucho la posibilidad de terminar en una cesárea. Pues en esto está una de las principales causas. Si provocamos el parto antes de el gran pico de secreción de relaxina, la pélvis no tendrá la misma capacidad de movimiento ni de aumentar su espacio, el cuello del útero dilatará con dificultad, y en muchas ocasiones no logrará hacerlo. Por eso es habitual escuchar historias de mujeres a las que les indujeron sin criterio el parto que acabaron en cesárea porque no dilataban o porque la cabeza no bajaba. Sin embargo si en el siguiente embarazo el parto se desencadena espontáneamente dilatan sin dificultad y son capaces de parir sin complicación bebés incluso más grandes.
La conclusión es la de casi siempre: Confiemos en nuestro cuerpo, y respetemos sus tiempos.