Hay algo sobre lo que hace mucho tiempo tenía ganas de escribir: sobre la maternidad entendida no como gestación, no como parto, no como crianza (siendo madre de tres adolescentes todo esto, como proceso personal, me va quedando cada vez más lejos) sino como opción de vida, como la decisión, tomada una vez pero asumida para siempre, de ser calor, compañía, guía, palabra, escucha, ánimo, espera, tiempo, disculpa, paciencia, comprensión, alegría, descanso, trampolín, refugio, amor incondicional….. y eternas manos abiertas para lanzar hacia la vida y a la vez acoger siempre.
Hace unos días encontré en una de las webs que sigo semanalmente (Pastoralsj.org, escrito por Carlos Entrambasaguas) un pequeño artículo que expresa magníficamente lo que quiero transmitir. Se titula “Hacen falta padres”, aunque por motivos comprensibles me he tomado la licencia de cambiarlo por “madres y padres”:
Hoy hacen falta madres y padres. Hacen falta personas que sean capaces de llevar a otras de la mano, que acepten la responsabilidad de señalar lo que está bien y lo que está mal a quienes llevan de la mano. Hacen falta madres y padres, personas que acepten la posibilidad de acompañar a otros todo el tiempo que necesiten ser acompañados. Hacen falta personas que acepten la paradoja de educar a los que les necesitan para dejar de ser necesarios, personas que sostengan manos pequeñas hasta que crezcan lo suficiente como para contener sus propias manos pequeñas. Hacen falta personas que lleven en brazos, que abran caminos, que marquen direcciones y que acepten las direcciones que los otros encuentren por sí mismos. Hacen falta personas que esperen siempre, que acojan siempre, que alivien de los miedos, que acojan las alegrías, que celebren siempre el regreso, que estén en vela hasta que se cierre la puerta. Hacen falta personas que acepten amar lo que todavía no conocen, lo que no saben cómo va a ser, lo que nunca llegará a pertenecerles por completo y que acepten hacerlo de por vida. Hacen falta madres y padres, personas capaces de ser brújula y espejo, arco para la flecha y lumbre para la intemperie. Hoy hacen falta personas, en definitiva, cuya felicidad sea la Vida Plena de los otros.